Nuestra flora intestinal, primera línea de defensa de nuestras defensas naturales.
Cada día, las investigaciones sobre la microbiota humana y los probióticos revelan nuevos ámbitos en los que nuestra flora microbiana desempeña un papel esencial. Sus múltiples interacciones con una serie de mecanismos fundamentales de nuestro organismo abren innumerables posibilidades en términos de salud, en particular para nuestra inmunidad. Cuando hablamos de microbiota, lo primero que nos viene a la mente es la microbiota intestinal. Esto es de esperar, dada su gran influencia en el funcionamiento de este órgano. Ya se trate de nuestra digestión, por supuesto, o de nuestras defensas naturales, la función del intestino está especialmente expuesta a las amenazas de los agentes patógenos externos (virus, bacterias y otros parásitos). Así que no es de extrañar que la mayor parte (alrededor del 80%) de nuestro sistema inmunitario se encuentre en el intestino. Aquí es donde entran en acción los microorganismos que componen nuestra flora intestinal…
Los atacantes…
…y protectores.
A medida que han ido avanzando los descubrimientos científicos, nos hemos ido dando cuenta de que la mayoría de las bacterias son inofensivas e incluso muy útiles. Estas bacterias se conocen como probióticos.
Cómo actúan los probióticos
Formación de nuestro sistema inmunitario
Nuestra flora se forma a lo largo de nuestra vida, enriquecida por nuestro entorno y moldeada por nuestra dieta. La importancia de estas bacterias se puso de manifiesto utilizando ratones axénicos. Estos ratones se crían de forma que se evite cualquier contacto con gérmenes externos. Permiten a los investigadores observar organismos vivos que carecen por completo de microbiota. Descubrieron que estos animales eran muy diferentes de sus homólogos criados normalmente. No sólo su comportamiento era diferente (hiperactividad, bulimia, obesidad, etc.), sino que sus sistemas inmunitarios también se veían afectados. Agentes simples poco patógenos y poco peligrosos para los ratones normales se convirtieron en letales para los ratones axénicos, mucho más frágiles. Estas observaciones ilustran cómo nuestro sistema inmunitario aprende de los microorganismos de nuestra flora. Nuestro intestino es un verdadero campo de entrenamiento donde nuestras células inmunitarias practican el reconocimiento de microbios procedentes del exterior de nuestro organismo.
¿Qué son los ratones axénicos?
Los ratones axénicos son los únicos animales protegidos de cualquier contacto con microorganismos. Permiten a los científicos estudiar el papel de la microbiota observando las consecuencias de su ausencia.
Regulación de la inflamación: efectos pro y antiinflamatorios
El equilibrio de nuestra flora intestinal es una cuestión esencial, sobre todo en lo que se refiere a la inflamación. En función de su acción, nuestras bacterias pueden dividirse en dos grupos: las que regulan la inflamación y limitan sus excesos, y las que estimulan el sistema inmunitario, teniendo así un efecto proinflamatorio. Por lo tanto, es esencial tener un buen equilibrio entre estas dos categorías, ya que una disbiosis (desequilibrio) en nuestra flora se traducirá o bien en un debilitamiento de nuestra resistencia inmunitaria, o bien en la posible aparición de trastornos inflamatorios que podrían incluso conducir al desarrollo de una enfermedad inflamatoria intestinal crónica.
Microbiota e inflamación
El mecanismo se basa en la presencia de componentes bacterianos inflamatorios, como los lipopolisacáridos (LPS) presentes en la superficie de ciertas bacterias. Estas moléculas, que tienen una estructura antigénica, provocan una reacción inmunitaria que conduce a la producción de mediadores proinflamatorios (citocinas) por los macrófagos del intestino. Se desencadena entonces una inflamación local.
El fenómeno de la competencia
Además de la importancia de la microbiota en la formación de la inmunidad, tiene un impacto directo en el desarrollo de microorganismos patógenos. Algunos probióticos combaten la colonización del tubo digestivo mediante la competencia o la producción de sustancias bactericidas.